3.1. La lana y el algodón
Faltaba el título de la entrada. Lo ha puesto el profesor
Una falta de ortografía y dos errores en la recogida de información
Nota: 6
Una falta de ortografía y dos errores en la recogida de información
Nota: 6
3.1. La lana y el algodón
La producción de lana tradicional creció lentamente durante
el siglo XVII sin que se introdujeran transformaciones técnicas de importancia.
A los productores de lana, comerciantes,
empresarios y artesanos o campesinos no les interesaba la competencia de unos
tejidos de algodón que venían de fuera. Con su rechazo consiguieron que el
Parlamento promulgara varios decretos prohibiendo el uso de tejidos de algodón
"por los perjuicios que ocasiona a las industrias nacionales de la lana y
de la seda". En algún momento, los tejedores atacaron a las personas que
iban vestidas con telas de algodón, desgarrando sus trajes. Hasta el año 1774
no se levantó la prohibición contra los tejidos de algodón puro, pintados o
estampados.
Posiblemente, la prohibición
de importar las preciadas telas de algodón
de India (indianas) precipitó el desarrollo
de la industria británica del algodón. Se eliminó, por decreto, un enemigo
exterior, pero se creó un adversario interior más peligroso, porque los tejidos
prohibidos de algodón comenzaron a producirse en la propia Gran Bretaña:
"Apenas se hubieron prohibido los calicós de la India y todos los tejidos
estampados de procedencia extranjera, cuando hijos desnaturalizados de Gran
Bretaña se pusieron a trabajar instruyendo a los obreros en la imitación de la
destreza hindú", tal como figura en las quejas de los productores laneros hacia
1720.
3.2. Las máquinas de hilar y de tejer
La mecanización de la
producción textil fue un proceso que se desarrolló a lo largo de casi un
siglo. Representó, a pesar de su lentitud, novedades radicales en la técnica y
la producción de tejidos. En 1733, John
Kay in ventó el telar de lanzadera
volante con el que se tejía, en menos tiempo una pieza de un tamaño mayor
que el que, hasta entonces, permitía la distancia entre los brazos del tejedor.
Mientras, el hilo de lana se seguía elaborando manualmente, a la manera
tradicional
Pronto se detectó el desequilibrio entre la nueva manera de
tejer y la antigua manera de hilar, de modo que el hilo comenzó a ser escaso y
a encarecer su precio. Hacia 1760 era frecuente que se convocasen premios para
"el mejor invento de una máquina de hilar seis hilos de lana, lino,
algodón o seda al mismo tiempo, y que exija el concurso de una sola persona para
su mantenimiento
En 1765, James Hargreaves,
carpintero de profesión y empleado en una manufactura de algodón, inventó la spinning jenny, una máquina de hilar
de construcción sencilla, que funcionaba manualmente y ocupaba poco espacio. Su
uso alteraba escasamente los hábitos de los trabajadores, podía reemplazar a
las ruecas, fortaleciendo de este modo la industria rural dispersa. Pero lo
importante era que hacía el mismo trabajo que seis u ocho hiladores con la
vieja rueca manual y producía el primer hilo que se conseguía sin la ayuda de
los dedos humanos.
En 1767 Hargreaves fabricó algunas máquinas con intención de
venderlas pero los obreros de Blackburn se las destrozaron. Posteriormente sacó
una patente en Nottingham y comenzó la explotación sistemática de su invento;
muy pronto otros fabricantes cuestionaron la patente y consiguieron hacer
caducar legalmente sus derechos de inventor. A pesar de ello, en 178 había
alrededor de 20000 de estas máquinas en Gran Bretaña, dedicadas casi todas a
hilar algodón y no lana
Hacia 1779, Edmund Crompton
inventó otra máquina de hilar que se
denominaría mule, que era una
especie de cruce entre la jenny, que producía un hilo más fino, y la wáter frame,
que lo hacía más resistente y en mayor cantidad. La máquina de Crompton era un
artefacto de dimensiones considerables, repleta de ruedas y cilindros
metálicos, en los que se movían centenares de usos, hasta 650 al final, que
enrollaban las madejas de hilos de algodón. Cuatro millones y medio de husos
movían las mules en la Gran Bretaña de 1806. Los nuevos telares, por su coste y
dimensiones, contribuyeron a la
desaparición de la industria doméstica y determinaron definitivamente el nacimiento de la fábrica (Factory system). La aplicación de la
máquina de vapor permitió liberar a las fábricas de la dependencia de los
saltos de agua y facilitó la instalación de fábricas industriales urbanas.
Las máquinas de hilar se iban perfeccionando. Mientras que
en 1760 se seguía tejiendo en telares manuales y los tejedores disponían de
poco hilo, en 1790 empezaba a sobrar el hilo, que se producía ya de forma
industrial. Este desequilibrio, que inicialmente exigió aumentar el número de
tejedores, pronto provocó la aparición del telar
mecánico. Edmund Cartwright, estudiante
en Oxford, literato y sacerdote, que nunca había visto un telar ni sabía nada
de mecánica, inventó el primer telar mecánico con la ayuda de un herrero y un
carpintero. Lo patentó en 1785 y lo fue perfeccionando en años posteriores. En
1789 se puso de acuerdo con fabricantes de hilo de Manchester y crearon una
gran fábrica con 400 telares mecánicos, movidos ya por máquinas de vapor.
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