Comentario del cuadro: lluvia, vapor y velocidad, de Turner


Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del Oeste (en inglés, Rain, Steam, and Speed – The Great Western
Railway) es un conocido cuadro del pintor romántico
británico
Joseph Mallord William Turner (1775-1851).
El cuadro lo pintó con 69 años. Esta pintura fue exhibida por primera vez en
la Royal Academy en 1844, aunque pudo haber sido pintada con
anterioridad. La fecha es significativa porque los ferrocarriles eran aún algo
nuevo. A diferencia de otros pintores de la época, que despreciaban la industrialización y no veían en el progreso industrial temas
merecedores de tratamiento pictórico, Turner admiraba la técnica moderna y por
ello pinta la locomotora más moderna de su género y el entonces vanguardista
puente de Maidenhead. Aun así, no se trata de ningún homenaje al ferrocarril
ni a la revolución industrial. El tren es usado como recurso para
representar un objeto a gran velocidad, para desmaterializar la forma.
El estilo de
este cuadro es romanticismo que es la etapa
más bella de la pintura en cualquiera de sus facetas. Atrás quedaban las ideas
de la razón y la lógica del siglo XVIII para dar paso a una realidad más social
donde los sentimientos imperarían sobre el pensamiento.
Aquellos sentimientos que durante años parecieron ocultarse en jaulas de
cristal, o tras barrotes, comenzaron a liberarse. El
cuadro refleja todo eso. La intensa luz que parece emerger de las turbulencias
de la lluvia, abriendo paso a la fuerza de la locomotora que aparece entre la
niebla. Las mismas pinceladas, dadas de forma rápida, muestran la intensidad de
ese instante gracias a los contornos desdibujados de todas sus formas.
Se trata de un óleo sobre tela que mide 91 centímetros
de alto por 121,8 centímetros de ancho.
El aspecto borroso de la escena queda
justificado por las tres palabras del título: lluvia, vapor y velocidad, tres
elementos que desdibujan los contornos del mundo que nos rodea. Los límites que
separan el cielo, la tierra y el agua son difíciles de establecer, pero podemos entrever las cortinas de lluvia
intensa y racheada que caen de las nubes. Y si miramos durante un rato y nos lo tomamos con calma, empezaremos a
descubrir pequeños detalles del paisaje que pasan casi desapercibidos: las
hojas definidas de los árboles que están junto al viaducto por el que pasa el
tren, iluminadas por un débil rayo de sol, unas cuantas personas, pintadas en
tonos blancos, que están en la orilla, saludando con la mano al tren que pasa,
la barca de remos con sus tripulantes o el labrador que está arando la tierra,
con ayuda de sus caballos, a la derecha del todo. .
Al fondo, muy al fondo, estaría la ciudad de Londres.
La figura principal de este cuadro es
el tren que se sitúa casi en el centro y
la segundaria seria la barca que se ve a lo lejos aunque también hay otras
figuras secundarias aunque no se ven a simple vista.
En la composición hay diagonales en el
puente y locomotora, y unas líneas rectas por un puente a la izquierda que se
dirigen a un mismo posible punto de fuga que se pierde por la atmosfera.
También hay una línea que divide el cuadro horizontalmente en dos, una parte
inferior el paisaje con las formas y uno superior las nubes y el vapor.
En el
cuadro predomina el color sobre el dibujo.
Las líneas y contornos se encuentran desdibujadas. Los colores predominantes son los cálidos como
ocres, marrones y amarillos del paisaje, más algunos fríos como violetas
y azules en el cielo y el río. Las
pinceladas o son muy diluidas o con mucha materia y empaste como en la
locomotora.
Turner usaba una técnica
particular con la que obtenía efectos lumínicos cambiantes. Aplicaba los
colores rascándolos hasta extraer esquemáticamente del fondo las formas
figurativas. Con su particular técnica obtiene una textura inconfundible con esta obra,
el artista está casi cerca de pintar cuadros abstractos. A Turner le
impresionaban el movimiento de los objetos, la forma en que éstas se
desfiguraban si iban a una velocidad sorprendente y, pintó este tren a vapor
que, aparte de estar en movimiento, con su humo cubre por completo los rieles,
los puentes y el cielo. Por lo tanto, la vista hace que no se pueda determinar
bien lo que está a su alrededor, pero sí se puede entender qué es lo que se
está acercando o alejando.
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