5 La revolución de los transportes

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5 La revolución de los transportes:
     La Revolución Industrial no habría sido posible si no se hubiese producido, de forma paralela y unida a ella, una auténtica revolución de los transportes, ligada a la utilización de la máquina de vapor en el transporte terrestre (ferrocarril) y marítimo (buques de vapor). Inicialmente, las mercancías se trasladaban en Gran Bretaña y en los países pioneros en la industrialización en Europa a través de ríos y canales navegables.
     La auténtica transformación se produjo con la llegada del ferrocarril: un medio que multiplicaba la velocidad de transporte terrestre hasta cotas inimaginables para los habitantes del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El período comprendido entre 1835 y 1900 ha sido calificado como la "era del ferrocarril". La aplicación de la fuerza del vapor al transporte sobre raíles de acero constituye uno de los mejores símbolos del siglo XIX. El inglés Stephenson logró, en 1814, que una locomotora con 30 toneladas de peso circulara a una velocidad de 7 Km/hora. El invento comenzó a aplicarse al transporte de hulla en las zonas mineras. El mismo Stephenson ganó en 1829 el concurso para construir la línea férrea entre Liverpool y Manchester.
     La primera red de ferrocarriles fue la británica. En 1850 estaban en fun- cionamiento las principales líneas que enlazaban Londres con los centros industriales y con las ciudades más importantes. Bélgica, Francia, España y Alemania trazaron sus líneas ferroviarias a partir de mediados de siglo, al igual que Estados Unidos.
     El tendido del ferrocarril puso en marcha recursos económicos y humanos de dimensiones absolutamente desconocidas hasta entonces. Entre 1850 y 1880, la construcción de ferrocarriles se constituyó como un auténtico sector económico; el capitalismo del siglo XIX se apoyaba sobre la tríada fábricas, bancos y ferrocarriles.
     A partir de 1830, el ferrocarril se convirtió en el medio de transporte preferido por los países desarrollados y en la bandera del progreso tecnológico. La construcción de vías tuvo un crecimiento considerable después de 1850, alcanzando su mejor momento en la década de 1880, cuando la industrialización entró en otra fase de desarrollo más avanzada.

     Los 3000 km de vía que estaban en funcionamiento en la Francia de 1850  se habían convertido en 49500 en 1890; en las mismas fechas, Alemania la li pasó de una red de 6000 km a tener en funcionamiento 43 000 km, y en euro 1891 se emprendió el trazado del ferrocarril más largo del mundo, el Transiberiano, que unió Moscú con Siberia y con el mar del Japón (Vladivostok) en 1902. El ferrocarril se había convertido en un instrumento de unión para los mercados y las naciones, ya que había cambiado las dimensiones del mundo. Con este nuevo transporte, todo era más cercano y más accesible.
     La aplicación del vapor a la navegación arrinconó los veleros y permitió construir buques de mayor tonelaje, así como aumentar el volumen del comercio internacional y abaratar los precios del transporte. La comunicación marítima avanzaba con los buques de vapor tanto como la comunicación terrestre lo estaba haciendo mediante el ferrocarril. Dos proyectos colosales como la apertura del canal de Suez (1869) y la del canal de Panamá (1914) responden a la necesidad de facilitar y acortar el tráfico interoceánico.
     Por otra parte, el telégrafo eléctrico supuso el primer paso para la transmisión rápida de la información. En 1858 se habían colocado 160 000 kilómetros de cable; en 1900 se superaban los seis millones de kilómetros, después de atravesar el canal de la Mancha (1853) y el océano Atlántico (1878). El teléfono sonó por primera vez en 1876 en Estados Unidos.
     Desde que en 1830 comenzara a funcionar la línea Liverpool-Manchester, los ferrocarriles europeos vivieron una época de crecimiento continuado.

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